La caminata lunar se quedó sin su protagonista
Por Roque Casciero
Aunque cuando bailaba parecía deslizarse sobre una superficie extraterrestre –al punto de que se conocía su paso como “caminata lunar”–, pocos artistas dejaron sobre este planeta una huella tan imborrable como Michael Jackson. Thriller, su disco de 1982, fue el más vendedor de la historia de la música, con más de 100 millones de copias facturadas. Por eso se lo llamó el Rey del Pop, un título que nadie pudo discutirle, aunque varios aspectos de su vida hayan suscitado controversias: el cambio del color de su piel, las múltiples cirugías estéticas que deformaron su rostro una y otra vez, lo dudoso de su relación con menores de edad, los cuestionamientos sobre su sexualidad y su paternidad, su vida de burbuja en una finca con parque de diversiones propio llamada Neverland, las revelaciones de que había sido abusado física y psicológicamente por su padre en su infancia, la fortuna enorme que dilapidó sin que nadie pueda saber bien cómo. El último capítulo de su historia tuvo la misma sensación de confusión, frenesí, misterios y verdades a medias que el resto de su novela de ascenso y caída: ayer, los medios de todo el mundo anunciaron la muerte de Jackson, al rato la desmintieron y luego terminaron por confirmarla, mientras algunos fans vestidos como su ídolo se congregaban cerca del UCLA Medical Center de Los Angeles. Michael, el hombre que se creía niño o al menos lo aparentaba, falleció a los 50 años, víctima de un paro cardíaco por razones indeterminadas al cierre de esta edición. Jackson había sido encontrado inconsciente en la casa que alquilaba en esa ciudad y llegó al hospital en un coma del que no se recuperó.
La sonrisa era de un blanco perfecto en el rostro de ese niño negro que había nacido el 29 de agosto de 1958 en Gary, Indiana. Difícil reconocer ese mismo gesto en la máscara deforme que apareció en marzo de este año en Londres, para anunciar una serie de shows que nunca llegará a concretar. Esas dos imágenes marcan los contrastes de una vida llena de hitos que serán por siempre material de leyenda. Michael Joseph fue el séptimo de los nueve hijos de Katherine Esther y Joe Jackson, un obrero del acero que armó un grupo vocal de r&b con algunos de sus hijos: The Jackson 5. El talento natural de Michael lo convirtió enseguida en el centro de la atención y el debut del quinteto, publicado por el legendario sello Motown, colocó cuatro canciones en el número uno del chart norteamericano. El éxito fue tal que hasta hubo un dibujo animado –que se vio en la Argentina– que imaginaba las andanzas de Tito, Jermaine, Marlon, Jackie y el pequeño Michael. Había nacido una estrella infantil, pero era sólo el comienzo.
Aunque grabó sus primeras canciones como solista para Motown cuando el suceso de Jackson 5 amainó, el verdadero salto de Michael fue cuando se pasó a Epic para publicar Off the wall (1979). Durante su participación en la película El mago de Oz, donde encarnó al espantapájaros, Michael había conocido al mago de la producción y los arreglos musicales Quincy Jones. El trabajo de la dupla fue explosivo: con el hit “Can’t stop till you get enough” como punta de lanza, Off the wall fue un suceso de ventas (hasta el presente lleva facturados más de 20 millones de copias). Jones volvió a trabajar con Jackson en su siguiente disco, el que lo convirtió para siempre en el Rey del Pop: Thriller. La jacksonmanía que desató ese trabajo no tenía precedentes ni pudo ser igualada. Siete de los nueve tracks del disco fueron lanzados como singles y todos llegaron al top 10. Las ventas se dispararon como nunca y el disco se convirtió en el más vendido de la historia, incluso antes de sus numerosas reediciones en CD. La Argentina no le escapó a la fiebre: cualquiera que haya tenido uso de razón a principios de los ’80 recuerda a Domingo Di Núbila hablando de su “amigo Maicol” en un programa de videos en el que inevitablemente aparecía el de “Thriller”. Ese clip era una minipelícula de 14 minutos, un formato sumamente inusual: sin embargo, estuvo en constante rotación en todo el mundo y más tarde fue elegido el mejor de la historia por MTV.
En 1983, durante un especial televisivo por los 25 años de Motown, Michael empezó a deslizarse hacia atrás en medio del baile durante la performance de “Billie Jean”: era el debut de la caminata lunar, su paso más característico desde entonces. Los chicos de todo el mundo lo imitaban; los más fanáticos le copiaban el look con un solo guante y atuendos siempre extravagantes. Ese mismo año se le prendió fuego el pelo durante la filmación de un comercial, accidente que muchos señalan como el comienzo de su preocupación por su aspecto. Según expertos, se hizo incontables rinoplastías y su piel empezó a cambiar de color, hecho que él le atribuyó al vitiligo (aunque eso siempre estuvo en duda). Eran los primeros signos de alerta acerca de la personalidad de Jacko, pero la máquina funcionaba tan bien que nadie parecía prestarle atención. Y menos en 1984, cuando escribió junto a Lionel Richie “We are the world”: el single benéfico vendió más de 20 millones de copias. Bad, de 1987, continuó con el suceso, aunque sin el mismo impacto en ventas que Thriller: “apenas” lleva facturados 30 millones de ejemplares.
La caída empezó en los ’90, con Dangerous, en el que cantaba con su hermana Janet y cuya gira lo trajo por única vez a Buenos Aires (ver nota aparte). A pesar de que el disco llegó al número uno de los charts, la aparición de Nirvana cambió el panorama del negocio de la música; el pop en el que Jacko reinaba estaba en retroceso, era el tiempo del grunge y los “alternativos”. Entonces, las “rarezas” de Michael comenzaron a llamar más la atención que sus canciones y los tabloides se hicieron un festín. Sus matrimonios y divorcios –el primero fue con Lisa Marie Presley, la hija de Elvis–, su cuestionada triple paternidad, su barbijo, su megalomanía evidente: Jackson había caído de su trono, pero los porrazos iban a seguir.
Sus discos siguientes, el doble recopilatorio HIStory (1995) e Invincible (2001) fracasaron en términos de la industria, por lo caro que resultaba el contrato del cantante. En medio de ese panorama, acusó a Tommy Motola, cabeza de la discográfica Sony, de racista, aunque no eran pocos los que veían al propio Jackson de esa misma manera por el cambio de coloración de su piel. En 2003, un documental llamado Living with Michael Jackson lo mostró prácticamente como un abusador de niños y dos años más tarde le iniciaron juicio bajo ese cargo, del que resultó absuelto. No era la primera vez que tenía problemas por un motivo similar: en 1993 había llegado a un acuerdo extrajudicial con un menor de 13 años; se dice que 20 millones de dólares evitaron la presentación de cargos criminales.
Tantos gastos lo forzaron a desprenderse de sus valiosas posesiones. Incluso tuvo que vender Neverland, ese parque de diversiones donde soñaba que era Peter Pan, a pesar de que ya hacía rato que se había convertido en adulto. Este año se anunció con bombos y platillos su regreso: pensaba hacer diez conciertos en el O2 Arena de Londres, a los que elípticamente presentaba como su retiro de la música. Las entradas volaron y el número de shows se multiplicó por cinco, pero luego se anunció que iban a posponerse hasta el año próximo. Los rumores fueron que tenía cáncer de piel, pero se desmintieron una vez más. El último capítulo de la novelesca vida de Michael Jackson se escribió ayer, por más que se seguirá hablando de él durante décadas. El Rey ha muerto, pero es más que obvio que no será olvidado.
FUENTE: PAGINA 12.
Por Roque Casciero
Aunque cuando bailaba parecía deslizarse sobre una superficie extraterrestre –al punto de que se conocía su paso como “caminata lunar”–, pocos artistas dejaron sobre este planeta una huella tan imborrable como Michael Jackson. Thriller, su disco de 1982, fue el más vendedor de la historia de la música, con más de 100 millones de copias facturadas. Por eso se lo llamó el Rey del Pop, un título que nadie pudo discutirle, aunque varios aspectos de su vida hayan suscitado controversias: el cambio del color de su piel, las múltiples cirugías estéticas que deformaron su rostro una y otra vez, lo dudoso de su relación con menores de edad, los cuestionamientos sobre su sexualidad y su paternidad, su vida de burbuja en una finca con parque de diversiones propio llamada Neverland, las revelaciones de que había sido abusado física y psicológicamente por su padre en su infancia, la fortuna enorme que dilapidó sin que nadie pueda saber bien cómo. El último capítulo de su historia tuvo la misma sensación de confusión, frenesí, misterios y verdades a medias que el resto de su novela de ascenso y caída: ayer, los medios de todo el mundo anunciaron la muerte de Jackson, al rato la desmintieron y luego terminaron por confirmarla, mientras algunos fans vestidos como su ídolo se congregaban cerca del UCLA Medical Center de Los Angeles. Michael, el hombre que se creía niño o al menos lo aparentaba, falleció a los 50 años, víctima de un paro cardíaco por razones indeterminadas al cierre de esta edición. Jackson había sido encontrado inconsciente en la casa que alquilaba en esa ciudad y llegó al hospital en un coma del que no se recuperó.
La sonrisa era de un blanco perfecto en el rostro de ese niño negro que había nacido el 29 de agosto de 1958 en Gary, Indiana. Difícil reconocer ese mismo gesto en la máscara deforme que apareció en marzo de este año en Londres, para anunciar una serie de shows que nunca llegará a concretar. Esas dos imágenes marcan los contrastes de una vida llena de hitos que serán por siempre material de leyenda. Michael Joseph fue el séptimo de los nueve hijos de Katherine Esther y Joe Jackson, un obrero del acero que armó un grupo vocal de r&b con algunos de sus hijos: The Jackson 5. El talento natural de Michael lo convirtió enseguida en el centro de la atención y el debut del quinteto, publicado por el legendario sello Motown, colocó cuatro canciones en el número uno del chart norteamericano. El éxito fue tal que hasta hubo un dibujo animado –que se vio en la Argentina– que imaginaba las andanzas de Tito, Jermaine, Marlon, Jackie y el pequeño Michael. Había nacido una estrella infantil, pero era sólo el comienzo.
Aunque grabó sus primeras canciones como solista para Motown cuando el suceso de Jackson 5 amainó, el verdadero salto de Michael fue cuando se pasó a Epic para publicar Off the wall (1979). Durante su participación en la película El mago de Oz, donde encarnó al espantapájaros, Michael había conocido al mago de la producción y los arreglos musicales Quincy Jones. El trabajo de la dupla fue explosivo: con el hit “Can’t stop till you get enough” como punta de lanza, Off the wall fue un suceso de ventas (hasta el presente lleva facturados más de 20 millones de copias). Jones volvió a trabajar con Jackson en su siguiente disco, el que lo convirtió para siempre en el Rey del Pop: Thriller. La jacksonmanía que desató ese trabajo no tenía precedentes ni pudo ser igualada. Siete de los nueve tracks del disco fueron lanzados como singles y todos llegaron al top 10. Las ventas se dispararon como nunca y el disco se convirtió en el más vendido de la historia, incluso antes de sus numerosas reediciones en CD. La Argentina no le escapó a la fiebre: cualquiera que haya tenido uso de razón a principios de los ’80 recuerda a Domingo Di Núbila hablando de su “amigo Maicol” en un programa de videos en el que inevitablemente aparecía el de “Thriller”. Ese clip era una minipelícula de 14 minutos, un formato sumamente inusual: sin embargo, estuvo en constante rotación en todo el mundo y más tarde fue elegido el mejor de la historia por MTV.
En 1983, durante un especial televisivo por los 25 años de Motown, Michael empezó a deslizarse hacia atrás en medio del baile durante la performance de “Billie Jean”: era el debut de la caminata lunar, su paso más característico desde entonces. Los chicos de todo el mundo lo imitaban; los más fanáticos le copiaban el look con un solo guante y atuendos siempre extravagantes. Ese mismo año se le prendió fuego el pelo durante la filmación de un comercial, accidente que muchos señalan como el comienzo de su preocupación por su aspecto. Según expertos, se hizo incontables rinoplastías y su piel empezó a cambiar de color, hecho que él le atribuyó al vitiligo (aunque eso siempre estuvo en duda). Eran los primeros signos de alerta acerca de la personalidad de Jacko, pero la máquina funcionaba tan bien que nadie parecía prestarle atención. Y menos en 1984, cuando escribió junto a Lionel Richie “We are the world”: el single benéfico vendió más de 20 millones de copias. Bad, de 1987, continuó con el suceso, aunque sin el mismo impacto en ventas que Thriller: “apenas” lleva facturados 30 millones de ejemplares.
La caída empezó en los ’90, con Dangerous, en el que cantaba con su hermana Janet y cuya gira lo trajo por única vez a Buenos Aires (ver nota aparte). A pesar de que el disco llegó al número uno de los charts, la aparición de Nirvana cambió el panorama del negocio de la música; el pop en el que Jacko reinaba estaba en retroceso, era el tiempo del grunge y los “alternativos”. Entonces, las “rarezas” de Michael comenzaron a llamar más la atención que sus canciones y los tabloides se hicieron un festín. Sus matrimonios y divorcios –el primero fue con Lisa Marie Presley, la hija de Elvis–, su cuestionada triple paternidad, su barbijo, su megalomanía evidente: Jackson había caído de su trono, pero los porrazos iban a seguir.
Sus discos siguientes, el doble recopilatorio HIStory (1995) e Invincible (2001) fracasaron en términos de la industria, por lo caro que resultaba el contrato del cantante. En medio de ese panorama, acusó a Tommy Motola, cabeza de la discográfica Sony, de racista, aunque no eran pocos los que veían al propio Jackson de esa misma manera por el cambio de coloración de su piel. En 2003, un documental llamado Living with Michael Jackson lo mostró prácticamente como un abusador de niños y dos años más tarde le iniciaron juicio bajo ese cargo, del que resultó absuelto. No era la primera vez que tenía problemas por un motivo similar: en 1993 había llegado a un acuerdo extrajudicial con un menor de 13 años; se dice que 20 millones de dólares evitaron la presentación de cargos criminales.
Tantos gastos lo forzaron a desprenderse de sus valiosas posesiones. Incluso tuvo que vender Neverland, ese parque de diversiones donde soñaba que era Peter Pan, a pesar de que ya hacía rato que se había convertido en adulto. Este año se anunció con bombos y platillos su regreso: pensaba hacer diez conciertos en el O2 Arena de Londres, a los que elípticamente presentaba como su retiro de la música. Las entradas volaron y el número de shows se multiplicó por cinco, pero luego se anunció que iban a posponerse hasta el año próximo. Los rumores fueron que tenía cáncer de piel, pero se desmintieron una vez más. El último capítulo de la novelesca vida de Michael Jackson se escribió ayer, por más que se seguirá hablando de él durante décadas. El Rey ha muerto, pero es más que obvio que no será olvidado.
FUENTE: PAGINA 12.
Fotos:Web
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